martes, 30 de octubre de 2007

NIÑO ÁRBOL



El que guarda en silencio el secreto entre el viajero adelantado, y el fuego ancestral, que aviva su luz en cada encuentro recibiendo la brisa de los dos océanos.



En la lectura original, el hombre amanece sobre el maizal, con la cara hacia arriba y recibe la enseñanza, la de cada renacer, la del nuevo ser, el de cada mañana.



Con la cara en el cielo, escupe en sangre la pólvora y espanta con un grito a los caballos de la locura, y en la tierra del secreto... con los ojos cerrados entierra en el surco de América un crucifijo dorado.



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