domingo, 1 de junio de 2008

JUNIO


La noche toda esa sentencia… el silencio abominable e inicial, sin la sospecha del fuego siquiera.
Sin nada creado aún sobre la faz oscura y fría de todo lo innombrado, solo esta redondez mamífera que me acecha como al primer hombre-bestia, la que lastima mi lengua, la que incendia mi razón sin tregua, la que me hace correr veloz por el final de las entrañas de la tierra.
Sobre los bordes de los oscuro, sonidos animales inferiores en espera, sin raza, sin medida, sin instinto, se anuncian desde la distancia que siempre sabe guardar la grama húmeda.
Entonces si estos ojos abiertos como de niño, que se adelantan al asombro cuando las estrellas bajan de su bóveda, del origen de todo, para lamer mi existencia, para parirme definitivamente, para darme un signo, una edad supuesta en un tiempo que al fin comienza.
Y ya no es solo silencio, ahora es mi palabra la que como espada funda LA NOCHE, LAS ESTRELLAS, LOS PERROS.
La que me hace hombre a la luz de mi razón, la que al fin te pone un nombre, la que modela tu cuerpo con barro, la que me permite el pecado de haberte creado.

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