La estrella partida en es su mismo brillo cuelga de esas líneas diminutas de la noche, de plata esas líneas en las que el tiempo detiene su paso a propósito dándole oportunidad al hombre y su paso cansino, al paso del arado sobre el amanecer del oriente, todo al mismo pulso, inventando esta dios en este instante a los hombres y a las bestias inferiores, aún privándolas de la semilla, aún la raza carente del brillo descomunal del reflejo de la luna en eclipse sobre el lago quieto, pariendo larvas de saliva y huevos de peces ciegos, ausentes del amor que los igualará en al curvatura del futuro, si el quisiera, o les negase quizás como otro de sus capricho.
El instante oscuro en el pequeño pueblo, sobre un remolino de campanas solas, vuela el pájaro y su sombra de hermanos, sabe y anticipa que habrá cosecha a pesar de todo.
En el bodegón de los fantasmas, arremete el viento de una guitarra que va creando seres únicos para luego repartirlos por el orbe, con esa mano que tiene el creador, recoge de sus alforjas corazones esclavos, ojos libres, y voces en lenguas extrañas, y moja con saliva la tierra para volverla fértil en el desierto cansino de las arenas, y luego brinda con espumas bravías de un mar enrojecido de tardes, anticipo de naves y de redes para alimentar los hijos con ese fruto mineral de los océanos.
Y vendrá el idioma, sobre lo verde de la loma, con el sol en cada capullo de esas plantas, y nacerá tu beso en la tarde, que más precisaran los mortales, rudos combatientes de la nada, los ciegos, los iguales, las bestias que el mundo decide dar a luz justo en el lado de la sombra.
Y las gotas de esa lluvia apenas soñada, todavía una ilusión de bendición que se arrastra para dar muerte a las serpientes en esas áridas fogatas, donde todo fue creado.
Arde la llama de un cándela, la que tiene tu rostro, la que posee tu nombre para el mundo.
La que vuelve niño tus pasos sobre el espejo del metal endurecido de esos mares, con barcos quietos, con mares quietos de la muerte y las batallas, con amores quietos de centenares de siglos de conquista.
Sobre el perfume de tu piel vegetal destino, alimento de este dios que vive en mi como un recién nacido.
La melodía mece su destino, incierto, voraz de cacería selectiva, … y tú estarás ahí?
Como aquella tarde, como aquella noche, como aquella fruta madura al borde mismo de esas cuerdas de esta guitarra de tu espalda, y estará en ese vientre la respuesta.
La raza, un resplandor, la sabia que baja por mis dedos como una pequeña nave al garete al verde de tu vientre, Amazonas, Paraná, pájaros diminutos en el regazo de esas ramas cenicientas de plata frágil, el vuelo de esas mariposas descoloridas, como con faltas de fe, anuncian que el que viene a morar completará el designio nunca dicho aún, de dioses brillantes por las estrellas, de fieras en la selva, de humo en la corteza de los árboles como néctar y luego la noche.
Ahí estará recién entonces el hombre arrodillado, sobre la religión de ese barro, que moldea al fin su rostro para siempre, como una coartada para el territorio y luego todo, la voz le va llegando desde el fondo ancestral de las juncos, en ese espejo del estanque quieto sucede el milagro, que más entonces?…..
Apenas tu rostro, es solo el reflejo y el sonido de esa voz que te va completando desde el monte cercano, mientras cerca nacen peces ciegos y larvas para crear al resto de lo que quede del mundo.
En este instante que canto y que luego narro pidiendo permiso a la noche, mi hermana, mi madre, leche de mi instinto, mi vida, mi muerte y luego nada, solo esta guitarra española que llora en algún lugar de la América, y que busca todavía después de cinco siglos a sus hermanos perdidos.
Basado en un tema de Sade - Haunt me- Frecuéntame
Julio 11 de 2010.